FELICES PASCUAS de Resurreccion.(desde Roma)
PASCUA: CRISTO NOS LIBERA DEL FERMENTO DEL PECADO
CIUDAD DEL VATICANO, 14 ABR 2009 (VIS).- Benedicto XVI celebró a las 10,30 ante miles de fieles la Misa del Domingo de Resurrección del Señor en la Plaza de San Pedro.
En la homilía el Papa citó la exclamación de San Pablo "Ha sido inmolado Cristo, nuestra Pascua" explicando que "el símbolo central de la historia de la salvación - el cordero pascual - se identifica aquí con Jesús, llamado precisamente "nuestra Pascua" porque "en su pasión y muerte, Jesús se revela como el Cordero de Dios "inmolado" en la cruz para quitar los pecados del mundo".
"A partir de este nuevo sentido de la fiesta pascual -dijo el Santo Padre- se comprende también la interpretación de san Pablo sobre los "ázimos". El Apóstol se refiere a una antigua costumbre judía, según la cual en la Pascua había que limpiar la casa hasta de las migajas de pan fermentado. Eso formaba parte del recuerdo de lo que había pasado con los antepasados en el momento de su huída de Egipto: teniendo que salir a toda prisa del país, llevaron consigo solamente panes sin levadura. Pero, al mismo tiempo, "los ázimos" eran un símbolo de purificación: eliminar lo viejo para dejar espacio a lo nuevo. Ahora, como explica san Pablo, también esta antigua tradición adquiere un nuevo sentido, precisamente a partir del nuevo "éxodo" que es el paso de Jesús de la muerte a la vida eterna. Y puesto que Cristo, como el verdadero Cordero, se ha sacrificado a sí mismo por nosotros, también nosotros, sus discípulos - gracias a Él y por medio de Él - podemos y debemos ser "masa nueva", "ázimos", liberados de todo residuo del viejo fermento del pecado: ya no más malicia y perversidad en nuestro corazón".
"Así, pues, celebremos la Pascua... con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad". Esta exhortación de san Pablo con que termina la breve lectura que se ha proclamado hace poco, resuena aún más intensamente en el contexto del Año Paulino -observó el Papa- (...)Acojamos la invitación del Apóstol; abramos el corazón a Cristo muerto y resucitado para que nos renueve, para que nos limpie del veneno del pecado y de la muerte y nos infunda la savia vital del Espíritu Santo: la vida divina y eterna".
"Y si Jesús ha resucitado, y por tanto está vivo -finalizó el Santo Padre- ¿quién podrá jamás separarnos de Él? ¿Quién podrá privarnos de su amor que ha vencido al odio y ha derrotado la muerte? Que el anuncio de la Pascua se propague por el mundo (...) El Resucitado nos precede y nos acompaña por las vías del mundo. Él es nuestra esperanza, Él es la verdadera paz del mundo".
BXVI-SEMANA SANTA/DOMINGO PASCUA/.. VIS 090415 (460
CIUDAD DEL VATICANO, 14 ABR 2009 (VIS).- Benedicto XVI celebró a las 10,30 ante miles de fieles la Misa del Domingo de Resurrección del Señor en la Plaza de San Pedro.
En la homilía el Papa citó la exclamación de San Pablo "Ha sido inmolado Cristo, nuestra Pascua" explicando que "el símbolo central de la historia de la salvación - el cordero pascual - se identifica aquí con Jesús, llamado precisamente "nuestra Pascua" porque "en su pasión y muerte, Jesús se revela como el Cordero de Dios "inmolado" en la cruz para quitar los pecados del mundo".
"A partir de este nuevo sentido de la fiesta pascual -dijo el Santo Padre- se comprende también la interpretación de san Pablo sobre los "ázimos". El Apóstol se refiere a una antigua costumbre judía, según la cual en la Pascua había que limpiar la casa hasta de las migajas de pan fermentado. Eso formaba parte del recuerdo de lo que había pasado con los antepasados en el momento de su huída de Egipto: teniendo que salir a toda prisa del país, llevaron consigo solamente panes sin levadura. Pero, al mismo tiempo, "los ázimos" eran un símbolo de purificación: eliminar lo viejo para dejar espacio a lo nuevo. Ahora, como explica san Pablo, también esta antigua tradición adquiere un nuevo sentido, precisamente a partir del nuevo "éxodo" que es el paso de Jesús de la muerte a la vida eterna. Y puesto que Cristo, como el verdadero Cordero, se ha sacrificado a sí mismo por nosotros, también nosotros, sus discípulos - gracias a Él y por medio de Él - podemos y debemos ser "masa nueva", "ázimos", liberados de todo residuo del viejo fermento del pecado: ya no más malicia y perversidad en nuestro corazón".
"Así, pues, celebremos la Pascua... con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad". Esta exhortación de san Pablo con que termina la breve lectura que se ha proclamado hace poco, resuena aún más intensamente en el contexto del Año Paulino -observó el Papa- (...)Acojamos la invitación del Apóstol; abramos el corazón a Cristo muerto y resucitado para que nos renueve, para que nos limpie del veneno del pecado y de la muerte y nos infunda la savia vital del Espíritu Santo: la vida divina y eterna".
"Y si Jesús ha resucitado, y por tanto está vivo -finalizó el Santo Padre- ¿quién podrá jamás separarnos de Él? ¿Quién podrá privarnos de su amor que ha vencido al odio y ha derrotado la muerte? Que el anuncio de la Pascua se propague por el mundo (...) El Resucitado nos precede y nos acompaña por las vías del mundo. Él es nuestra esperanza, Él es la verdadera paz del mundo".
BXVI-SEMANA SANTA/DOMINGO PASCUA/.. VIS 090415 (460
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